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Este es Yusuke on fire (el de la izquierda, cazurros) |
Creo que recordaré toda mi vida el día que entré en la residencia en la que estoy viviendo aquí en Covilha. Era la primera vez que iba a vivir solo y, lo que es más inquietante, iba a compartir habitación con alguien más.
Esa es una de las mayores incógnitas de nuestro tiempo. Es una ruleta en la que te puede tocar cualquier número, lo hayas apostado o no. Es un Huevo Kinder en el que puede salirte un juguete ya montado o uno de esos con piezas increíblemente pequeñas que cuesta horrores juntar. No sé si pilláis las metáforas. Hablando claro, no sabes quién va a estar a tu lado. Más aún sabiendo que te alojas en una residencia en la que hay estudiantes de todo el mundo.
Puede que tu compañero sea un español fiestero, un mafias polaco, un brasileño con ganas de samba, un turco con fobia a las duchas… En fin. Agradable o antipático. Juerguista o empollón enclaustrado. Cotorra o practicante del voto de silencio -como el hermano mayor de Pequeña Miss Sunshine-. Triunfador o pagafantas -de limón no, recordad-. ¿Roncará o no roncará? That is the question -que quede claro que yo no ronco, está contrastado por varias fuentes-. Lo único que sabes es que va a ser un completo desconocido. Demasiados interrogantes que serán resueltos, de golpe, en cuanto por fin conozcas la identidad del susodicho.
Te lo esperas todo. Todo menos lo que, al final, entra por la puerta de la habitación al día siguiente. “Hi, I’m Yusuke, I’m from Japan, nice to meet you”. Todo esto, saludando a la japonesa y con el consiguiente acento. Flipé pipas, tanto que no me aclaré ni a presentarme yo. “¡¡Cómo mola, un japo de compañero de habitación, ya me da igual hasta que ronque, tengo historia para contar a mis nietos!!”. Eso fue lo que pensé, aun sin saber cómo sería a posteriori. No temáis, no ha resultado ser ningún samurai con nunchakos en la mesita de noche, ni primo de la niña de The Ring (versión japonesa, por supuesto), ni miembro infiltrado de la yakuza.
Yusuke es un tío normal, majo y agradable. Y se ha integrado bien en el grupo de Erasmus. Es el prototipo de japonés -aunque él insiste en que no-; trabajador cuando toca y ligeramente extravagante cuando hay que ir de fiesta. Imaginad un mix entre Lost in Translation y algún programa de televisión japonés. Acertaréis. El otro día, sin ir más lejos, intentó subir desde la parte de abajo al tobogán de los niños en el Telepizza pese a las amenazas de la dependienta. Crack. Enérgico, tiene siempre una sonrisa en la cara cuando habla, es fan del manga y el anime, se sorprende cuando le dices que en las corridas de toros matan al animal… A parte de todo eso, le gusta Regreso al futuro, con lo que ahí ya me tuvo ganado (por cierto, curioso cuando menos el doblaje japonés de Regreso al futuro).
El día que llegó Yusuke a Covilha, era el día 2 post-Café con Leche in Plaza Mayor. Así que, en nuestra primera conversación, le di la enhorabuena por los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Resultó que él era de Tokio, con lo que mi sorpresa fue aún mayor. Yusuke estaba bastante más contento con tener los juegos de lo que un español lo hubiera estado si Madrid 2020 hubiera triunfado. Afortunadamente para Yusuke, ahí estuvo Ana Botella para hacerle un regalazo. Sólo que él nunca lo sabrá.
Otra pregunta es: ¿cómo demonios llega un japonés a un pueblo entre las montañas del interior de Portugal? La respuesta más sencilla, dada su nacionalidad, sería que se ha perdido. Pero no era así, Yusuke ha venido a Covilha a hacer prácticas en un laboratorio de química de la universidad. Bah, química, demasiado fácil para mi... En principio, estará aquí hasta febrero. A no ser que prorrogue su estancia o que entre todos los españoles le empujemos a un mortal coma etílico un viernes cualquiera.
Por si pensáis que aquí en Covilha hay costumbre de intercambios con el país del sol naciente, Yusuke asegura ser el primer estudiante de Química japonés en la historia de la UBI y, además, el quinto nipón que aterriza aquí. Así que sí, tengo un compañero de habitación del todo inusual, cosa que parece guay. “¿¿Tu compañero es el japonés??”, me han preguntado más de una vez por la resi.
Yo creo que a él le he caído igual de bien y que está agradecido por la acogida. Vamos, eso espero. En un par de semanas con Yusuke estoy aprendiendo las reglas del lacrosse, su deporte favorito, y datos bastante asombrosos, como que los asiáticos se diferencian entre sí por los ojos. ¡¿Que qué?! Sí, por la amplitud y la curvatura de los ojos un japonés puede saber a simple vista que otra persona es china, coreana o vietnamita. Esto es demasiado loco para un europeíto de a pie.
Fliparéis, como yo, con una última cosa. En Japón, paraíso de una tecnología que llega hasta los váteres interactivos, no conocen las sandwicheras. Le conté que era uno de los mayores inventos de la historia, después del chupa chup, y le he dicho que se la presto cuando la necesite. Éticamente, he de hacerlo: él ha comprado una impresora -¡a posta!- y la tengo a mi disposición. Y también un lector de DVD para el Mac. Lo dicho, he tenido suerte con mi compañero de habitación. Yusuke mola, es uno di noi. Aunque ronque un poquito. Pero venga, se lo perdonaré.
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