domingo, 21 de febrero de 2016

Saudade: dos años después



El fin de semana pasado estuve en Covilhã. Es solo una de tantas veces en las que he podido volver, porque tengo una gran razón para hacerlo. Esa razón fue el último gran regalo, y el mejor, que me hizo la ciudad donde estuve de Erasmus.

En mi caso, aquél dicho del “nunca vuelvas al lugar donde fuiste feliz porque blablablabla” es un timo de narices. Fijo que alguien lo inventó para que los sitios que valen la pena no se llenaran de pesados con nostalgia como yo. O mejor dicho, con saudade. Así que no seáis idiotas y volved a esos sitios, al menos una vez.

Siempre que entro en Covilhã y veo la panorámica desde la carretera, con la ciudad incrustada en la ladera de la montaña, juro que mi cabeza se vuelve portuguesa, hasta suenan tunas de la UBI y me llena de orgullo haber pertenecido a ese lugar aunque solo fuera un año. Bueno, también pienso en aquella frase que no recuerdo quien dijo, posiblemente Fran: “con toda la llanura que tenían delante, ellos fueron y construyeron el pueblo en vertical”.

El domingo pasado me asomaba al balcón, desde la zona del Serra Shopping, y veía el Pelourinho allá a lo lejos. No pude subir, porque Covilhã es Covilhã y esto significa que hacía un mal tiempo de cojones. Pero fijaos que hasta eso me gusta. Covilhã entiende el concepto “calurosa bienvenida” de una manera muy suya. Y así debería ser por los siglos de los siglos.

Había nieve en las montañas que dan a la sierra y me acordaba de cuántas veces vi la misma imagen, solo que desde más cerca, desde la residencia. Ahora mismo, seguro que mucha gente estará allí viviendo los mejores días de sus vidas hasta el momento. Tuve la suerte de pasar eso con muchas otras personas.

Justo esta mañana pensé en el minuto uno de aquella experiencia, cuando conocí a Fernando en los pasillos de la PAC, y en la alegría que nos dio que fuéramos españoles. Poco a poco fueron viniendo más. También me acordé de cuando Yusuke entró por la puerta y gané mi primer compañero de cuarto de la historia. La señora Lourdes recordando a los morosos que tenían que pagar el mes y algunos seguranças, como Bruno, siempre estarán en mi nómina de personajes a los que recurrir si algún día escribo un libro. Por supuesto, me acuerdo también de la buena gente de la ESN y de Tiago. Aún no he asimilado que se fue. Una entrada como esta va por él.

Recordé la cantidad de viajes y escapadas con todos los que formasteis parte de aquel año. Noches como la de “El Profesor” en Coimbra vuelven a mi cabeza cada dos por tres. ¡Y cada vez estoy más convencido de que deberíamos haberle robado ese puto Renault Twingo, joder, Claudia, Iris y Laura Coimbra! Pero la historia quedó bien como sucedió, al igual que mil más que conté y que no conté aquí. Las que no conté fue por vago, lo siento mucho, pero supongo que ya os lo figurabais.

Ahora vuelvo a Covilhã por otros motivos, también muy buenos. La vivo de manera diferente y veo las ruas, las subidas y las descidas con cariño. Cuando paseo con Vanessa por el centro, que para ella es “lá em cima”, yo me sé todos los atajos, los sitios escondidos, los bares y el arte de las paredes. Malo sería si después de un año allí no me lo supiera todo. 

Me encanta entrar en el Café do Jardim y tomar un galão y unas tostinhas mientras ella estudia y un montón de señores ven el Sporting o el Benfica por la tele. Me gusta volver al cine del Serra con ella y burlarme ella cada vez que llega el intervalo. Ella dice que es para comprar las pipocas y yo me pregunto qué es lo que hacen los portugueses antes de que empiece la película. Un piso más abajo, en el Continente, nos costó Dios y ayuda encontrar los ingredientes correctos para hacer una paella el otro día, ¡pero lo conseguimos! En fin, que me encanta redescubrirlo todo con ella.

Seguro que algunas de esas calles por las que paso son las mismas que las de una noche que llovía como si se acabara el mundo pero como siempre e íbamos cinco o seis colegas a la búsqueda de la casa de un tipo que había montado una fiesta allí. Nos perdimos desorientados y yo gané un constipado de los de sopitas que me traían al cuarto mis compañeras. ¡Qué sopas aquellas, señor!

Otra suerte que tengo es que, en La Vall, “engañé” a mi amiga Juani para que también se fuera de Erasmus a Covilhã. No sé cómo pero la tía me hizo caso y creo que también fue una gran experiencia para ella. Cuando nos ponemos a hablar sobre Portugal, lo normal es que nuestros otros amigos sigan su propia conversación y nosotros nos desahogemos sobre esto y aquello y sobre cuándo volveremos. Hasta parece que estuvimos en ese mundo al mismo tiempo. Es una buena terapia, lo juro.
Claro que he vuelto a ver a gente desde hace dos años, pero me apena haber perdido contacto con muchas personas y mantenerlo con otras a base de “megustas” en Facebook o Instagram, pero a estas alturas asumo que es lo que hay y que ya es muy difícil que se produzca un reencuentro grande. No obstante, me alegro de ver que hay gente en Sydney, en Dubai, en Brasil, en Escocia, otros ganando premios por ser muy buenos en lo suyo… Bueno, y después está Iris que tengo la sensación de que cada finde está en un país diferente. Así se hace, Iris. Con todos, con los que tengo contacto y con los que no, siempre estaré abierto a unas birras y a una fiesta.

Algunos de vosotros sí habéis tenido ese reencuentro con vuestro Erasmus. Os tengo envidia por eso, cabrones. Pero, como ya dije hace dos años, ni de coña os cambio mi Erasmus por ninguno de los vuestros.

PD: Y por cierto, después de dos años, a mi me va también fenomenal, no me puedo quejar de nada. Sin aquel año nada sería lo mismo.

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