jueves, 26 de junio de 2014

Cachito #12: Y canté las diez de últimas

Ya está. Se acabó. No existen los "esto nunca se acaba". Si se dice es porque no se encuentra nada mejor que decir, básicamente porque en momentos como esos casi nadie tiene palabras. Voy a intentar arreglármelas yo para no acabar diciéndolo también.

Escribo desde mi casa de La Vall d'Uixó, en Castellón, de donde me fui hace nueve meses y donde ya me había acostumbrado a no estar. Porque estaba a 808 kilómetros, que los conté en uno de los primeros días de este viaje. Es complicado volver porque no sabes qué hacer. Me he levantado y no sabía según qué plan de acción actuar. Vale que yo no soy muy de seguir planes y sí de improvisar, pero esta vez hubiera matado por un tutorial de Youtube -hecho por algún sudamericano- que me enseñara paso a paso lo que hay que hacer en esta situación. Panchitos del mundo, os reto a hacer un "Tutorial post-Erasmus".




Y es que no sé si existe la famosa depresión post-Erasmus, pero si de algo estoy seguro tras un día de vuelta en la realidad es que lo que sí existe es la incertidumbre post-Erasmus. Hace dos días, en mi última noche allí, unas amigas francesas, Sara y Juliette, me invitaron a cenar. No me pude sentar hasta la mitad de la cena. Iba de un lado para otro dando vueltas caminando sin motivo. Ayer por la noche, 24 horas después, invité a dos amigos valleros, Santi y Alba, a subir un rato a casa. Tampoco me pude sentar. Es como si mis piernas me dijeran que están aún más desconcertadas que yo.

Last night (mira, como la canción de los Strokes)

Estoy orgulloso de mi última noche en Covilhã. Tenía miedo de no aprovecharla. Pero con las noches me pasa como con las citas. No sé como pero la mayoría me acaban saliendo bien. Entré al Comfusão y disfruté de las últimas good vibes de ese bar, tan buen rollero. Justo de fondo sonaba indie, pero Chvrches y todo, flipante. El día anterior, rock en el Artbaró. Es como si ahora que me voy, los portugueses decidieran "vale, ya se va Pablo, ahora podemos dejar de poner el pachangueo brasileiro para fastidiar".

Estuve con las chicas españolas, que siempre han estado a mi lado, que han aguantado intempestivamente mis datos inútiles y que alguna vez han tenido que actuar como "amigotes" cuando no había nadie más para hablar de tías. Empecé a repartir mi bandera de Portugal para guardar un recuerdo de ellas. Era el segundo intento, la primera vez era imposible escribir porque llevé un permanente que tenía la punta más gorda que los labios de la presentadora del ¿Quién Quiere Ser Millonario? portugués. También vi por última vez a Sara Couto y Cátia, dos compañeras de clase cracks. Me hice las penúltimas sidras Somersby, que no son las últimas porque me he traído dos cajas para España. ¿Por qué? Mi padre se enamoró de la Somersby y a punto estuvo de querer traer un camión entero. Llamamiento al mundo: Somersby en España, YA.




Salí del Comfusão y volví a tener la misma sensación que a la tarde cuando salí del Leões. La sensación de que no iba a volver a entrar más. Que es mentira y que yo lo exagero todo, porque en octubre volveré una semana para la Receção rollo remember. Y para acordarme de alguna cosa más de la latada.

Fui al Birras y me encontré con Rodolfo, Fred y Gonçalo, tres grandes amigos portugueses que "sempre ficarão". Ahí también me di de bruces con la despedida de todos los turcos y yo fui uno más aunque no conozca a la mitad. Conocía a Ümit y a otro turco al que le enseñé a decir "merda" y eso fue lo que me firmó en la bandera. Volví al Artbaró, había que darlo todo, de nuevo con las chicas. Alba, Sara, Sonia, Mar, Claudia, Alejandra, Carol y Luana, Ana, Iris... Seguí siendo hasta el único tío en un grupo de tías, aunque de unos meses a esta parte si he tenido más suerte en cuanto a chicas se refiere. Las últimas Sagres y Super Bock, los últimos chupitos de pastel de nata y las últimas tandas de canciones brasileiras y los últimos "Não Me Toca" y "Bô Tem Mel". Como era de esperar, Quim nos echó a todos haciendo su ruido con los cazos de cocina y así, de esa manera tan poética, acabó mi travesía en Covilhã.




Llegué a ese pueblo pensando que dónde me había metido, que cómo se me había ocurrido aceptar, que vaya mierda de ciudad. Y me voy pensando... que lo es, es una mierda de ciudad. A menos que cumplas con una condición que cambia todo eso 180 grados: ser estudiante. ¿Y sabéis lo mejor? Que tú la cumples, porque tienes la suerte de estar en esa universidad. El estudiante de Covilhã es el único poseedor de la impagable verdad alternativa que encierra una ciudad de cuestas, frío, lluvia y pocos atractivos turísticos -que al final a lo último también le cariño y piensas que es bonito-. La UBI y todos los suyos, con sus inconfundibles fiestas académicas, hacen que un lunes y un martes, mis últimas noches allí, fueran tanto o más que un jueves y un viernes. Nunca me cansaría de seguir descubriendo los locales de esa ciudad, una maravilla escondida. Será falso porque todos diremos lo mismo, pero es la mejor ciudad para estudiar. Pero me tuve que ir. Llegó el final. Quiero pensar que si algo es bueno, también es porque se acaba.

Mi último amanecer Erasmus

Podía haber cogido un taxi pero fui con Tiago Santos caminando. Pelourinho, atajos hasta la facultad, grafittis y mensajes en las paredes, UBI... Se estaba haciendo de día, me hice una foto delante de la que ha sido este año mi universidad y me ha ganado para siempre. Sin embargo y pese a ese amanecer, bonito, yo solo podía pensar en otro que vi apenas una semana anterior y que por muchos años permanecerá como el mejor que vi jamás.




Justo entonces apagaron las luces del pueblo. Eran mis últimos pasos como Erasmus en Covilhã y a cada veinte metros me acordaba de una persona, de una situación vivida. Y de otra, y de otra... No puedo recordar nada malo porque sencillamente no ha habido nada malo en nueve meses. Creía que eso no era posible, pero vaya si lo es. Si tengo ganas de llorar es por felicidad, por haber conocido a tanta gente genial. Españoles, portugueses, el resto de gente Erasmus... Claro que también te quedas más rato dándole vueltas a alguna persona en particular. Todo marca.

Soy de Covilhã y estoy muy orgulloso de haber pertenecido a ella. Ahora estoy inseguro sin levantarme y ver la Serra da Estrela, sin salir y ver a cada uno de los que compartieron conmigo esta experiencia que tantos otros han disfrutado a través de Europa y que muy rápido se convierte en lo mejor que pudimos haber hecho en la vida. No es porque seamos pesados, es porque es verdad. Yo, en particular, he podido hacer todo lo que he querido y mucho más. Id de Erasmus, ni lo penséis. Rechazar una Erasmus es como coger el camino oscuro y enfangado de las películas en vez del soleado y con pajaritos cantando. No tengáis miedo de lo que no conozcáis, porque cuando os tengáis que volver tendréis miedo de lo que conocéis en vuestro lugar de origen.

Poneos un fado y leed los siguientes párrafos

Estoy melancólico. Creo que vengo del país perfecto para eso. Portugal y su aire de tristeza por lo pasado. El fado, que he podido disfrutar en cada incursión al Modo Menor y al Cantinho do Artista, me podría representar ahora mismo. No soy portugués pero una parte de mi se queda allí y enamorado de todo aquello, de la forma de ser de sus gentes. Que sí, que Portugal mola, no es que yo esté más loco de lo normal.

Muchas gracias a todos los que habéis compartido momentos conmigo este año, sea cual sea vuestra nacionalidad. Gracias a todos los españoles que me hicieron sentirme bien desde el segundo día. A los que ya se fueron en el primer semestre, de los que me he podido despedir pero también de los que no. Todos estáis en mi corazón. Ojalá poder mantener el contacto con vosotros. También gracias a las chicas con las que he podido compartir algún beso este año por formar parte de mis mejores memorias, a todo el pachangueo brasileño de las discotecas que ahora echo de menos, a las palabras "olha", "pois é", "claro", "fixe", "epa", "certeza", "então" y "obrigado" por hacer que mi portugués pareciera más aceptable... Y por supuesto a Luis Félix y Fábio por todos los viajes en taxi.

Esto que he escrito durante tanto tiempo es por la gente de este Erasmus que me ha hecho el camino siempre tan fácil y que siempre se han portado conmigo de diez. O bueno, de veinte, que estábamos en Portugal. Juan, Fran, Alejandro, Paco, los dos Carlos, Víctor, Aida, Yusuke, Alessandro, Juli, María del Mar, Javi, María, Irene, Carmen, Elvira, Lara, Uxia, Fernando, Ana, Jesús, Almudena, Mateus, Ilze, Ela, Raymond, Rafa, de nuevo a las chicas que he nombrado antes, Alba, Sara, Sonia, Mar, Claudia, Alejandra, Carol y Luana, Ana, Iris... Y por muchas personas que se me olvidarán por el camino y que las pocas neuronas que me quedan después de todo el año no son capaces de recordar a la hora de escribir este párrafo. Por cierto, gracias también a esas neuronas por resistir las continuas embestidas por sorpresa.

El final ha sido lo mejor, sin duda. En el Guiñote, juego de cartas que jugamos en mi tierra -no sé si en las vuestras también-, el que tiene rey y sota canta las veinte, el que tiene rey y sota del palo fuerte canté las cuarenta y el gana la última baza se lleva las diez de últimas. Pues eso es lo que he hecho yo. Durante el año ya pasé aventuras con las canté las veinte, viví momentos con los que canté las cuarenta y ahora, durante la parte final del año de mi vida, me he llevado las diez de últimas. La partida perfecta.

Obrigado Portugal por o ano que fiquei contigo

Estoy feliz por volver y ver a la gente que es parte de mi vida real. En una de mis primeras entradas os dije que os iba a echar de menos pero tampoco mucho. Es exactamente lo que ha ocurrido. Y me alegro porque eso significa que he aprovechado todo el año. Pues eso, que estoy contento, pero también melancólico. Tanto que ahora estoy pegado a mi bandera de Portugal firmada y a mi camiseta del Benfica. Obrigado Portugal.




Portugal, de arriba a abajo. Eso es lo que he recorrido yo. Viajes para siempre. Pocas ganas de deshacer maletas pero muchas ganas de hacerlas. A última hora siempre, eso sí. La cuestión era coger un CitiExpress con wi-fi y pirarse. Braga, Oporto, Coimbra... Murcia, Aveiro, Lisboa, Algarve... (Encontrad la infiltrada). Y en el mejor de los casos coger un hostal de 9 euros la noche. En el peor, el metro o la estación de autobuses no son malas opciones para descansar. No sé si voy a poder volver a hacer este tipo de cosas en la vida, pero hice lo posible por llevarlas a cabo cuando pude. Oh, y como me conocéis, no puede faltar un recuerdo para mi "yo festivalero", ese que ha conocido dos pedazo citas portuguesas como son el Vodafone Mexefest y el NOS Primavera Sound durante este año. Quedan pendientes el Optimus Alive y el Paredes de Coura. Iré.

Aprovecho para decir que aún me quedan cosas por contar y que continuaré escribiendo las historias que tenga en el tintero. Lo hago por mi y por vosotros, compañeros de Covilhã, para que recordemos que una vez estuvimos ahí, juntos. Espero que este blog sea a partir de ahora, para vosotros y para mi, un álbum en el que, de vez en cuando, recordéis cómo fue aquel año en el que fuisteis Erasmus. Es mi regalo, mi prenda, a todos los que la aceptéis. 

Ha sido el año en el que aprendí a ser una persona. En Covilhã, sitio al que nunca quise ir y del que nunca quise marcharme. Y es que como me dijo alguien con mucha razón una vez, primeiro estranha-se, depois entranha-se.




Con cariño, un estudiante Erasmus que cree que ha estado a la altura,

Pablo Ramón Ochoa.


No hay comentarios:

Publicar un comentario