"Va, Laura, vine, que serà soles una cervesa i a dormir promptet". Eso fue lo que le dije a Laura, compañera de clase en Castellón y Erasmus en Coimbra. Era nuestra primera noche en esa ciudad, íbamos a estar dos días. Era un aparentemente inofensivo lunes. Ella dijo "però si dilluns no hi ha res per ací i tinc classe a les nou del matí!". Diez minutos después cambió de opinión: "vaig". A las ocho de la mañana entrábamos victoriosos y potencialmente resacosos en el hotel. Ni fue solo una cerveza, ni pareció lunes, ni Laura fue a clase por la mañana. Esto fue lo que pasó.
Nosotros éramos cuatro. Bueno, tres, que Sara había causado una previsible baja por enfermedad. Las otras dos eran Iris y Claudia. Con Laura y conmigo formábamos un equipo completo de la UJI. Los cuatro estudiantes de Castellón en Portugal. Coimbra y Covilhã, unidas por conversaciones sobre las Paellas.
Aquí parecemos personas normales. |
Coimbra me había flipado de día. Me sorprendió sobre todo ver avenidas grandes y el triple de gente con mochila que en Covilhã. Como los espectadores de aquella primera película del tren de los Lumière, me hallaba asombrado con la evidencia de estar ante una ciudad con calzadas de dos carriles para los coches. Yo, que venía de la otra parte de la Serra da Estrela, con las cabras y las ovejas. Y ahora quedaba mi parte favorita de los días: las noches. Empiezo a pensar que cuando viajo acabo conociéndome las ciudades por la noche en vez de por el día. Lo recomiendo.
Laura, que era la que sabía de aquello que para eso estudia allí, nos llevó a un lugar cercano. Nada más entrar, el local molaba y extrañaba a partes iguales. Sonaba Radiohead on repeat, las paredes eran de un terciopelo de motivos florales. En una sala adjunta, a metro y medio de nuestra mesa, había una peluquería. Aquello era solo una más de las extrañas fusiones de comercios que he podido ver en Portugal, donde el resto del bizarro Top 3 lo conforman el estudio fotográfico que vende billetes de autobús y la tienda de electrodomésticos que también oferta guitarras eléctricas.
La estrella invitada de la noche
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Laura, Claudia, Iris y yo. #TeamUJI |
La estrella invitada de la noche
Pero... Era lunes. Estábamos solos en aquel pub sacado de alguna peli de David Lynch. Estábamos solos, o eso creíamos. Empezamos a hablar, pedimos la primera y teóricamente última Super Bock. Todo se encaminaba hacia una noche de recuerdos de la UJI, jactándonos de todos esos compañeros nuestros de Periodismo y Publicidad que arden en el infierno de tercero mientras nosotros estábamos un lunes cualquiera de birras por Coimbra. Todo según lo habitual. Pero fue entonces cuando apareció la figura que iba a marcar el punto de inflexión de aquél lunes, el misterioso personaje que cambiaría nuestro destino de pobres estudiantes sin recursos y lo iba a transformar en toneladas de cerveza las cuales nadie recuerda haber pagado. Ese hombre, mito a partir de ahora en nuestras vidas futuras, era El Profesor.
Desde la primera palabra que nos dijo, El Profesor, portugués, tenía ese deje inquietante que te alerta a modo de "huye, o esta noche puedes acabar en una bolsa de basura troceado en cinco". Pero ¡eh, estamos en Coimbra, conozcamos gente! Tenía unos 40 años, pelo corto y ya gris aunque se conservaba bien. Sonrisa también de película de David Lynch. O más bien de Jack Nicholson en El Resplandor. El tío, que al parecer había estado en todas partes de España incluida Cuenca -de donde es Iris-, se presentó como profesor de arquitectura de la Universidad de Coimbra. De ahí vino su apodo a posteriori, aunque ninguno de nosotros llegó a tener la seguridad nunca de que ese tío pudiera enseñar nada en la universidad. Hablaba un español bastante extraño, sorprendentemente fluido.
Tras un rato hablando con él y tres Super Bocks más, teníamos claro que eso de la "cervecita y a casa" estaba a muy pocos tragos de írsenos de madre. La estocada definitiva a nuestras buenas intenciones la dio, como no, El Profesor. El local cerraba, él se levantó y con aire medio cuarentón, medio asesino en serie, nos hizo la propuesta que alguien en su sano juicio siempre hubiera rechazado. La cuestión es que, ¿por fortuna?, nosotros carecemos de cualquier atisbo de juicio. "Somos cinco, tengo mi coche aparcado ahí fuera, venid conmigo a la Sé Velha que ahí hay más sitios que cierran tarde". Nos faltó aplaudir y saltar como retrasados con vendas en los ojos.
El Renault Twingo
El Renault Twingo
A ver, salimos del bar y su coche era un Renault Twingo. "Un tío que conduce un Twingo no puede ser mala persona, venga ya". Aquél pensamiento nos tranquilizó mucho, aunque puede que El Profesor utilice el Twingo como tapadera con la que se gana la confianza de sus víctimas. Es lo más probable. Y es que precisamente ahí fue cuando El Profesor dejó caer por primera vez la frase que repetiría mínimo diez veces durante el resto de la noche. En broma, medio en broma medio en serio o en serio, hizo debutar su gran éxito "I'm a serial killer". Aquello, siempre en el diminuto Twingo, fue después de hablar de personas follándose a cerdos, esto es, de Black Mirror.
No con animales, pero a esa altura prematura de la noche nosotros ya teníamos claro que él no tenía clara su orientación sexual. Y aquí amigos, si sois heterosexuales como yo, es donde os tengo dar el consejo de que evitéis siempre el error que yo cometo al viajar casi siempre con chicas: no salgáis nunca siendo el único chico, porque vais a parecer el típico amigo gay y eso puede dar lugar a situaciones incómodas. Además de que no os comeréis un rosco porque las tías van a pasar de vosotros por descarte. Eso por la noche, porque por el día vais a tener que esperar tres horas a que vuestras amigas hagan, en cualquier ciudad, turismo de tiendas, algo casi sagrado para ellas aunque sea solo para decir "esto me lo compré en el Zara de Braga" o "aquello lo vi en el Lefties de Coimbra". Supongo que eso les refuerza su currículum ante sus semejantes y les da cierto estatus. Yo nunca lo entenderé y siempre estaré de puerta en puerta haciendo como que hablo con alguien en WhatsApp y, eso sí, viendo chicas guapas entrar.
Ya casi habíamos llegado a la Sé Velha, de hecho reconocíamos el lugar. Esa misma mañana, en otro alarde de turismo bien aprovechado, Iris y yo habíamos hecho la croqueta en un césped cercano y dejado constancia de nuestro retraso en forma de book fotográfico.
Ir de turismo por Coimbra... Haciendo la croqueta (Versión Iris) |
Ir de turismo por Coimbra... Haciendo la croqueta (Versión Pablo) |
El Profesor estaba a punto de dejarnos atónitos con su destreza y dominio de aquél endiablado Twingo. La calle que bajaba, de unos treinta metros y en descenso pronunciado, era dirección prohibida, así que él decidió obedecer las señales de tráfico a su manera. Puso la marcha atrás y bajamos como quién va en una montaña rusa invertida. Sin manos. Y el tío no solo bajó, sino que giró y aparcó a la primera. Todo en marcha atrás. Bajamos, llovía, empezaba la segunda parte de la noche. Donde El Profesor se convirtió en leyenda.
TO BE CONTINUED...