Voy a deciros la verdad: hacía mucho tiempo que no escribía. No se lo digáis a nadie porque podrían mirar la entrada anterior y averiguarlo por sí mismos. Podría decir que no he tenido tiempo para escribir, pero la verdad es que lo había abandonado casi como a alguna de mis asignaturas. Han sido meses extraños, largos, cortos, recargados y acabados. He ido a casa por navidad, como los turrones y los anuncios de perfumes, y he vuelto a Covilhã. Y mañana a primera hora, es decir, dentro de cinco horas, entrego y expongo el último trabajo de este primer semestre.
De hecho, si no fuera porque el "Sin Cuello" -"Sin Cuello para los españoles, sem pescoço para los portugueses y "Sincue" para los amigos- tuvo mala puntería y puso su examen quince días más tarde que el resto de docentes cuerdos, ya habría acabado incluso los exámenes. No me extraña su poca racionalidad. Al hombre la sangre no le llega al cerebro, se le queda agolpada en el espacio confluyente que forman su cabeza y su pecho, que a su vez se funde con una masa de carne que homenajea a Jabba El Hutt. Pero no estoy aquí para reírme de mi profesor de Sociedade e Comunicação. Aunque me apetezca y sean las 4:34 de la mañana.
La cuestión es que dando por sentado que quince días son muchos, he decidido que espiritualmente mañana habré acabado exámenes y trabajos. Que me da la gana. Y eso que son los exámenes que menos interés han suscitado en mí desde que me hacían hacer música en la escuela siendo músico de conservatorio. Que aquello era como Colón cuando llegó a América, se subía al caballo y los indígenas le adoraban como a un extraterrestre. A mí lo mismo mis compañeros, pero entonando bien y sabiendo tapar correctamente los díscolos agujeros de la mítica flauta dulce Hohner con la que todos vosotros habéis fracasado al intentar tocar "Titanic".
Regresando al tema principal, he acabado exámenes. Sí, lectoras y lectores, fans varios, los Erasmus hacemos exámenes. Y aunque esté mal que yo lo diga, sin mucho esfuerzo -y obviando el hecho de que me he dejado una asignatura directamente para la recuperación, pero shhh, eso no cuenta- me he marcado un perfect que ni vosotros en vuestros mejores tiempos de Tekken. Todo ello recurriendo a una teoría con demostradísima base científica. La del "he escrito tanto que no me pueden suspender".
Regresando al tema principal, he acabado exámenes. Sí, lectoras y lectores, fans varios, los Erasmus hacemos exámenes. Y aunque esté mal que yo lo diga, sin mucho esfuerzo -y obviando el hecho de que me he dejado una asignatura directamente para la recuperación, pero shhh, eso no cuenta- me he marcado un perfect que ni vosotros en vuestros mejores tiempos de Tekken. Todo ello recurriendo a una teoría con demostradísima base científica. La del "he escrito tanto que no me pueden suspender".
¿Y qué significa que haya acabado exámenes? Pues que quiero volver a engancharme a esto de escribir tal como un moderno intenta engancharse a Kanye West. ¿Por la fuerza y aunque al principio reniegue? No, por cojones.
Tengo ideas nuevas e historias viejas y me molaría contarlas todas. Igual, pronto tenéis noticias de nuevos trabajos y me da por hacer cosas cada día como Woody Allen cuando hace una peli nueva cada año. O igual no y hago como Tarantino, que solo las hace cuando se le pone dura. No lo digo yo, lo dice él.
Va, a dormir, que hay presentación a las nueve en clase del "Hairless" -eso para los portugueses, para los amigos nada. No creo que los tenga. Es bastante hijo de puta. Y ten cuidado si eres del país de al lado-. Y si no me duermo, ya veréis la siesta que me voy a echar luego. Los juglares cantarán sobre ella.
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