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"La ignorancia es la fuerza" - George Orwell. |
El Ministerio de Educación ha anunciado, dos meses después de comenzar el curso, la supresión de la ayuda Erasmus a la mayoría de los estudiantes españoles que ya estamos en el extranjero. Todo esto lo han hecho después de prometer esa ayuda. Nos han robado, nos han mentido.
Sé que estaba a mitad de la fantástica trilogía sobre la Recepção ao Caloiro de Covilhã, pero voy a hacer una interrupción breve para tratar un tema asqueroso. Algo más vomitivo que un sandwich de Nocilla con ajo, acelgas, chorizo y mayonesa. Aunque lo titule con un "off topic", lo cierto es que es totalmente lo contrario. Es un topic más relacionado con el Erasmus que todas las entradas que llevo escritas juntas.
Uno de los libros que más me ha marcado en mis cortos 20 años es 1984, de George Orwell. Hay algo sobre ese libro que está mal: su género. No es una novela distópica, no señor. Es muy real. Desde que lees sus más o menos 300 páginas, vas descubriendo más similitudes entre lo que sucede en esa ficticia Inglaterra y nuestro día a día -ya no hablo de la URSS estalinista a la que parodia el libro, no, hablo del 4 de noviembre de 2013-. Corrupción, vigilancia extrema, manipulación... No pongo ejemplos porque tampoco es que tengáis que rebuscar mucho en vuestras memorias para encontrar casos que asustan, deprimen y enfurecen a partes iguales.
Pero estos últimos meses y, sobre todo, estos últimos días, estoy encontrando un nuevo nexo entre 1984 y nuestra realidad. Algo que, al menos en mi país, no esperaba que sucediera. Y, por ser estudiante Erasmus, estoy siendo víctima plena de ello. Recuerdo que en la novela de Orwell encontrábamos cuatro ministerios. El Ministerio de la Abundancia, Ministerio del Amor, el Ministerio de la Paz y el Ministerio de la Verdad. Mindancia, Minmor, Minpax y Minver en la "neolengua" del libro. Su irónica característica era fácil de esclarecer: en el Mindancia se encargaban de que la población viviera siempre con el mínimo necesario, en el Minmor se llevaban a cabo torturas y lavados de cerebro para los contrarios al régimen, el Minpax tenía como objetivo librar guerras sin fin y, por último, el Minver trataba de ocultar la información y la historia para reescribirlas acorde al sistema. En otras palabras, de manipular y mentir.
Y en su 1984, George Orwell pasó por alto incluir un ministerio más. Un español contemporáneo llamado José Ignacio ha querido ponerlo en práctica y darle una vuelta de tuerca a la propuesta de Orwell. Ya sabéis, por aquello de hacer remakes y tal. Con la cartera del supuesto Ministerio de Educación en sus brazos y desde que se hizo cargo de ella, José Ignacio ha tratado de dinamitar desde dentro a todos los estamentos de la Educación -menos a los de su palo, vaya-.
Con nocturnidad y alevosía
Lo que no sabía hasta esta semana era de la inspiración directa de José Ignacio en otro de los ministerios de Orwell, el Ministerio de la Verdad. Porque aunque había visto a este personaje hacer varias barbaridades juntas, nunca le había visto mentir. Sí defraudar, pero no mentir directamente. Y este fin de semana lo ha hecho. José Ignacio y su ministerio han sido sutiles, silenciosos, nocturnos y alevosos. Y, para rematar con otra paráfrasis literaria, han hecho que parezca un accidente.
En el Boletín Oficial del Estado del 29 de octubre de 2013, resumiendo, se anuncia que los estudiantes Erasmus del curso 2013/14, o sea, del actual, no recibirán ninguna ayuda económica por parte del Ministerio de Educación, salvo que sean becarios de la beca general del Estado del pasado año. Es decir, muy poca gente debido a que esa beca la reciben cada año menos estudiantes.
¿Y qué significa esto? Sencillo: que nuestro Ministerio nos ha mentido y robado. En otras palabras, acaba de convertirse definitivamente en el Ministerio de la Mala Educación. Ministerio de la Mala Educación por su labor autodestructiva para con la misma y Ministerio de la Mala Educación por las formas de actuar, porque si de algo carecen los señores y las señoras que han aprobado esta medida es de educación.
Hace unos siete meses, cuando se nos concedieron los destinos Erasmus a todos los que estamos ahora desperdigados por Europa, nuestras universidades nos aseguraron que contaríamos con dos subvenciones. Aunque ya de por sí mermadas respecto a otros años, era un dinero con el que contábamos cuando valorábamos si podíamos permitirnos esta experiencia, que no es gratis precisamente. Una beca la recibiríamos del fondo europeo (Organismo Autónomo de Programas Educativos Europeos, OAPEE), que a través de nuestra universidad nos daría una cantidad, en mi caso de 920 euros en total. Promesa hecha y promesa cumplida, esos 920 euros están en mi cuenta corriente.
Pero ¡ay, Carmela!, la otra beca la recibiríamos del Ministerio de Educación. ¿Qué pasaba con esa parte? Al igual que con la del fondo europeo, la Oficina de Relaciones Internacionales de nuestra universidad dijo, también al cien por cien, que el Ministerio había presupuestado la beca y que entraba en las partidas del Estado. "La convocatoria saldrá más adelante e igual la recibís ya muy avanzada vuestra estancia, pero no os preocupéis que está programada". Ese era el discurso: tarde y mal, pero estará -muy español, por cierto-. El problema es que nuestro ministerio, el que se supone que vela por nosotros, nos ha fallado más que nunca.
Una puñalada por la espalda
Después de todo esto, algunos aún estaréis diciéndoos "es que los estudiantes siempre os estáis quejando por todo" -os conozco, sois más de uno y más de dos los que opináis así-. Así que, si pensáis que estoy mintiendo, que exagero o que esto es ficción, os lo pueden contrastar unos 30 compañeros españoles que tengo conmigo en Covilhã. También os puedo remitir a los miles de españoles que estamos pasando este curso en el extranjero de Erasmus -no somos pocos, os recuerdo que somos el tercer país de Europa que más estudiantes envía-. Todos acabamos de darnos cuenta de que el ministerio nos ha dado una puñalada por la espalda. No es que nos haya quitado la subvención, que también, es que nos la ha robado mintiéndonos. Eso es lo que más duele y lo que hace confiar cada día menos en este despreciable Ministerio de Educación. Esta es la verdadera Marca España, prometer para mentir. Ahogar por norma. Dejar que la honradez brille por su ausencia.
Los únicos que se librarán de la quema son los agraciados con la beca del Ministerio de Educación del curso 2012/13. Que esa es otra, para unos [cuantos] irá toda la ayuda disponible mientras otros [muchos] no oleremos ni un duro. ¿Reparto equitativo? Para qué, eso debe ser de comunistas. De verdad, quién haya tenido la idea de repartir así el dinero debió tener una muy mala señorita de mates en Segundo de Primaria. No obstante, me alegro por los estudiantes que recibirán alguna ayuda, aunque sean una parte mínima del total y tras ellos se esconda otra de las injusticias más bárbaras que haya visto el estudiantado jamás.
Este Ministerio de la Mala Educación ha dibujado la acción menos honorable que hemos visto en tal organismo público. Algo sucio, desleal y muy alejado de la nobleza y la excelencia que se le debe exigir a una cartera que tanto construyó por España y sus estudiantes en el pasado reciente. Ya no es que no hayan dado la ayuda, que tampoco, es que si al menos lo hubieran dicho antes de lanzarnos a esta aventura hubieran tenido una justificación. Una excusa que hubiera sido igual de miserable, pero hecha con tiempo y no a posteriori, como finalmente ha sido. Así, y perdónenme señores de Madrid si me ciega la mala leche y la desconfianza, tiene más apariencia de mala intención que aquella agresión de Pepe a Casquero.
Y es que lo que ha sucedido, siguiendo con los símiles futbolísticos, ha sido una entrada sin balón, por detrás, con las dos piernas como ariete, con violencia y burla final. Hecha por el último defensa. Lo más triste de todo es que no les van a sacar ni tarjeta amarilla. Es más, no van a pitar ni la falta. ¿Por qué? Porque en otro alarde de inspiración orwelliana, este caso de flagrante hurto no ha tenido hueco en ningún medio de comunicación escrito, hablado o televisado. Si sale será porque haremos presión. El paso más difícil será que no solo salga en un rincón de octavilla o en un diminuto titular.
¿Y ahora, qué debemos hacer?
Todos los Erasmus -salvo la excepción ya mencionada- estamos pasando una semana de preocupación, incertidumbre y reestructuración impuesta. Aunque sabemos que no es culpa nuestra, somos nosotros los que ahora, con miedo, se lo tenemos que explicar a nuestros padres, que tanto dinero están sacrificando para que podamos estar aquí y que se verán obligados a poner aún más. Calculo que serán unos ciento cincuenta euros más al mes, pero mientras he escrito esto he preferido no pensar en ello más de lo que lo he hecho durante el resto del fin de semana. Y los padres que no lo puedan pagar... Pues con mucha pesadumbre tendrán que decirle a su hijo que haga las maletas y saque el billete de vuelta. La crudeza no tiene una vía suave y bastantes ilusiones pueden acabar rotas. Ojalá que sean las mínimas.
A los Erasmus nos acaban de lesionar de gravedad. Ya llevamos dos meses en nuestro destino dando por previsto un dinero que ahora sabemos que nunca recibiremos -si este es el ejemplo de cómo tiene que resurgir la economía de nuestro país, vamos listos-.
Pero no nos vamos a dejar hundir porque una camilla nos saque del campo. Volveremos. O mejor dicho, nos quedaremos. Lucharemos por quedarnos en nuestros destinos y nos repondremos con más ganas aún de quedarnos, de seguir lejos, de demostrar que valemos más de lo que nos valora nuestro gobierno y, después, de abandonar cuanto antes un país que ha demostrado que no nos quiere. Al menos, no los miserables que lo gobiernan ahora y que han cometido el acto de traición más triste de nuestra época. Triste porque lo han perpetrado contra el valor que más deberían cuidar, nosotros, sus estudiantes.
Por favor, si habéis llegado hasta aquí, difundid este texto y firmad en la petición de Change que enlazo (también os dejo aquí debajo). Es más que probable que no sirva de nada y que una propuesta así acabe en una trituradora de papel de ese Ministerio de la Mala Educación. Pero joder, al menos que tengan que triturarla. Que los señores y señoras de José Ignacio sepan que mucha gente se da cuenta de las descaradas mentiras que traman y no se queda callada ante ellas. Que se rían si quieren, pero no porque seamos indiferentes. Que ganen y nosotros nos quedemos sin nada, pero que no lo hagan sin rival. Que sus conciencias soporten el resto de sus vidas el hecho de que traicionaron a los suyos.
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