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Esto es el Pavellón de Anil el último día de Recepção. Covilha en estado puro. |
Voy a marcarme un Peter Jackson. Me explico. Todos sabemos que El Hobbit no da para tres películas, pero el tío cabut se empeña y por sus castañas neozelandesas convierte un libro de 300 páginas en trilogía. Pues yo lo mismo, por mí -y por todos mis amigos- dividiré la Recepção ao Caloiro en tres partes. ¿Que no da pa' tanto? Pues es probable. Pero así mato dos pájaros de un tiro: ni os quejáis porque las entradas son muy largas ni os quejáis porque escribo pocas entradas. Y además, es que fue una semana tan [oracular] espectacular que me apetece recrearme en ella. Así que, como diría Takeshi Kitano, al turrón.
#RC13: introducción
Tal vez penséis que en España somos los reyes de la fiesta. Puede ser que sea así, pero si algo me ha quedado claro tras esta Recepção ao Caloiro de Covilhã es que Portugal está más que cualificada para hacernos la competencia. Tal vez penséis también que una Recepção es una Semana de Bienvenida al uso. Jejeje. No way, no os acercaríais ni a imaginar. Un sabio amigo Erasmus, Rafa, reflexionaba de esta manera ante las cámaras sobre cómo se lo estaba pasando en la Recepção:
Los portugueses tienen su manera particular de pasárselo bien, con celebraciones diferentes pero igual de locas. La latada es la máxima expresión de todo esto. Cuando estás en tu segunda borrachera del día de la latada es que te han dado motivos para llegar a ese punto. Lo admito, papá y mamá, en la latada me pasé bastante pero no me arrepiento de ello. Para nada. Ni aunque por ello me hagáis volver a Castellón caminando.
Ese día te contagias, en cuestión de segundos, de una fiesta en la que toda la universidad ha salido a la calle por carreras. Y cuando digo toda la universidad es que lleva un cubata en la mano hasta la señora de la limpieza. El lambrusco baja sin que te enteres y, cuando te quieres dar cuenta, la segunda botella se te ha caído al suelo por estar bailando con una estonia. Empieza a llover como si se acabara el mundo pero tú ni te enteras. Eres feliz, estás feliz. Y no lo digo por el alcohol, mis etílicos lectores. A lo que me estoy refiriendo es a que te sientes parte de algo especial, de una comunidad que quiere vivir, que seguramente tenga mentes excepcionales en muchos de sus integrantes pero que sabe que el sentimiento por su universidad implica bastante más que estudiar.
En medio de la latada, hablando con algún portugués disfrazado o trajeado -que a fin de cuentas para nosotros viene siendo lo mismo-, estás tan orgulloso como ellos del Erasmus, de Ciências da Comunicação, de Covilhã y, finalmente, de la Universidade da Beira Interior. Orgullo, que es una cosa que nos falta en nuestro país. Y si la tenemos la organizamos mal, por barrios y peleándonos. Aquí, en Portugal, la unión va desde el menor al mayor colectivo, por igual. Joder, es algo muy grande. Uma vez Ubiano, para sempre Ubiano. Ese es su lema y es la verdad. Puedo decir sin miedo a equivocarme que el sábado pasado acabó una de las mejores semanas de mi vida.
Incluso para un friki de las pulseras de festivales como soy yo, hay algunas de ellas que, al mirarlas, sabes que van a estar ahí más tiempo que otras. Eso es lo que me pasa con la pulsera naranja de la Recepção. Cuando la mire dentro de dos años estará ahí, en mi brazo derecho. Ocho o diez pulseras habrán sucumbido a la tijera por el camino, pero ella resistirá, deshilachada y mugrienta. Me acordaré de lo jodidamente bien que me lo pasé, de lo mucho que reí y de la poca voz que tenía. Es incomparable, es otra historia. El año que viene volveré para esa semana. Quien me quiera acompañar, que me acompañe. Pero si venís, venid preparados, porque la exigencia que marco es más alta que la que tiene el Valencia CF con sus entrenadores. Cerrar el Pavilhão da Anil día tras día es algo justo y necesario. Y también darlo todo hasta que apliques los mismos pasos de baile para el pachangueo y para el drum 'n' bass. Y también comerte la última bifana -bocata de lomo portugués que a las 6:30 de la mañana se convierte el mayor manjar del mundo mundial- antes de volver en el primer taxi que pilles bajo la lluvia y las hordas de portugueses borrachos. ¡Vaya seis días! No sé si he explicado bien la sensación, pero me he intentado aproximar como si de verdad me acordase de todo.
#RC13: máster en "portuguesía"
Pero voy a volver al principio de todo ello. Llegaba 40 minutos tarde, para variar, a la cena de Comunicação. Obviaré la aventura que pasé para volver desde el centro comercial al restaurante -aunque lo cierto es que fue graciosa, hubo señoras furiosas y ligues con dependientas- y tan solo diré que aterricé pasado de revoluciones. Lo suficientemente nervioso como para tirarle un vaso de agua a Paco. Le vuelvo a pedir perdón desde aquí, tuviste suerte de que no fuera sangría. Precisamente, un vaso de sangría al colpet nos hicieron beber a los Erasmus, hasta ahí todo normal e idéntico a España. Lo único que les diferenciaba de nosotros era su túnica. Remarco la importancia de la túnica, la cual valoran más que la familia Weasley, que siempre las llevaba de segunda mano [Draco Malfoy dixit]. Si todavía no os habéis enterado del alcance de esta cuestión capital, solo os diré que los novatos acababan de pasar un mes entero de novatadas únicamente para poder llevar su túnica. Mirad, otro orgullo más para la lista.
Nota: aunque sea difícil de creer, no estoy de Erasmus en Hogwarts.
Al tema. Hasta la sangría todo igual. Entonces, sabes que son portugueses cuando empiezas a oírles cantar unas veintitrés canciones diferentes, de memoria y casi tan complicadas como aprenderte la letra de una canción de Sigur Ros. Un español, en una cena de clase, hubiera cantado "Maricón el que no bote", "Alcohol" - y: opción a) se le habría acabado el repertorio, opción b) tendría vergüenza de seguir cantando. Calladitos, seguiríamos comiendo y haciendo ruido en conversaciones pequeñas. Estos portugueses no, ellos hacen ruido en colectivo y sin vergüenza ninguna. Como tiene que ser, que la vergonya cria ronya Se marcan un concierto a capella en pleno segundo plato y lo extienden hasta el café. Añadidle que el servicio del restaurante era lento -otra tradición portuguesa- y tendréis una guerra de cánticos entre la mesa de Comunicação -todo mujeres menos un portugués anarka del Rayo, Paco y yo- y la de Ingeniería de Nomeacuerdoqué -todo tíos, obviamente, esa maldición es universal-. Todos de pie y sin repetir una sola canción. Es como comparar los repertorios de Sonia y Selena y The Beatles. ¿¿Cómo lo hacen?? Flipas mucho y comienzas a ver que hay algo especial en ellos. Aunque todavía no lo sabes con certeza, es lo que os he explicado en los primeros párrafos.
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He aquí el prototipo de estudiante portuguesa con túnica. |
Al tema. Hasta la sangría todo igual. Entonces, sabes que son portugueses cuando empiezas a oírles cantar unas veintitrés canciones diferentes, de memoria y casi tan complicadas como aprenderte la letra de una canción de Sigur Ros. Un español, en una cena de clase, hubiera cantado "Maricón el que no bote", "Alcohol" - y: opción a) se le habría acabado el repertorio, opción b) tendría vergüenza de seguir cantando. Calladitos, seguiríamos comiendo y haciendo ruido en conversaciones pequeñas. Estos portugueses no, ellos hacen ruido en colectivo y sin vergüenza ninguna. Como tiene que ser, que la vergonya cria ronya Se marcan un concierto a capella en pleno segundo plato y lo extienden hasta el café. Añadidle que el servicio del restaurante era lento -otra tradición portuguesa- y tendréis una guerra de cánticos entre la mesa de Comunicação -todo mujeres menos un portugués anarka del Rayo, Paco y yo- y la de Ingeniería de Nomeacuerdoqué -todo tíos, obviamente, esa maldición es universal-. Todos de pie y sin repetir una sola canción. Es como comparar los repertorios de Sonia y Selena y The Beatles. ¿¿Cómo lo hacen?? Flipas mucho y comienzas a ver que hay algo especial en ellos. Aunque todavía no lo sabes con certeza, es lo que os he explicado en los primeros párrafos.
"Ooh ooh comunicação Ooh ooh comunicação Comunicação é que dá tesão Na cama, na banheira ou no camião"
Esta es la canción básica, la que viene siendo el "himno" del curso -en portugués, las carreras se llaman cursos-. Cada curso de la UBI tiene su propia canción, que sirve como método de identificación para reconocerse entre ellos. El "himno" de Comunicaçao es lo único que me he conseguido aprender -y ya he hecho más que los demás españoles-. Podría estar tres años de carrera aquí y no me quedaría con todas.
Cuando acabó aquel jantar de curso, unos cuantos españoles emigramos a la tradición más portuguesa que existe. No, no es hacer toallas, pero también es otro gran tópico: una serenata de fados. Tres tíos tocando instrumentos de cuerda, otro tío cantando y uno más detrás del que cantaba con la encomiable misión de no hacer nada. Todo, como siempre, en túnica. Que no falte.
La serenata era frente a una ermita y estaba lleno de capas negras hasta donde alcanzaba la vista. Diez Erasmus y un japonés completaban el aforo. Después de la primera canción los españoles, como es natural, empezamos a aplaudir. Pero cuando nos quedamos solos y nos miraron mal comprendimos que era de mala educación y que había que estar callados por respeto. Que, por otra parte, a muchos portugueses se la traía floja cuando el cantante les decía y repetía que estuvieran en silencio. Curiosamente, en ese preciso momento me acordé de la gran mayoría de mis profesores de la ESO.
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Este es el hombre. El de detrás. The Observer. Una hora de reloj así. Impertérrito. Mirando al horizonte. ¿Qué oculta? |
Sea como fuere, la serenata resultó ser tan bonita como clarividente. Recuerdo que en seguida lo comenté con Dani, otro compañero. Él dijo que ya había estado en Ancona (Italia) de Erasmus y que ni allí ni en ningún lugar había visto el sentimiento de pertenencia a la Universidad que había en Covilha. Me pondré un poco moñas y diré que la atmósfera de todo aquello era mágica. Acababa de empezar la semana que me convencería definitivamente de mi destino Erasmus. Y mirad que yo creía que ya lo estaba.